22.1.07

Fernando Peña - Ni la mas Puta

Sometido a la improvisación

Si un sábado a la noche estás por el Abasto y tenés ganas de ver algo diferente, date una vuelta por El Cubo y podrás vivir una “experiencia Peña”.

“Ni la más puta” se llama el espectáculo que está presentando Fernando Peña que, a diferencia de años anteriores, en los que se caracterizó por ofrecer más de una obra a la vez (por el 2004 invadía el teatro Lorange de miércoles a domingos, cada día con un show diferente), en esta ocasión invita a compartir un momento a solas con su “esquizopeña” en estado puro.

Su voz irrumpe en la sala solicitando que apaguen los celulares, a la vez se mete en las cabezas, pide que se despojen de los pensamientos, que se relajen. Pide que bajen las luces y dice que la verdad es mentira y la mentira, verdad. “Verdad, mentira. Mentira, verdad”. Así sale al escenario, una máscara le cubre el rostro mientras se ofrece al público: “90 kilos de puto, a 20 pesos el kilo, vendo”. Nadie registra la oferta, sólo se escuchan risas en la platea, el precio va en picada. La escena termina con una canción, en la que se expresa bronca y resentimientos que pueden resumirse en una frase: “A la gente no le gusta que uno tenga su propia fe”.

En monólogos en los que se ubica como la víctima, o como al que señalan con el dedo, busca las reacciones de la gente. Por momentos recurre a lo fácil para que se rían, a los gritos, a los raptos de locura. Pero siempre busca transgredir, busca ver, si de alguna vez por todas, alguien logra comprenderlo.

La obra no está guionada y se nota. Lo único que le da continuidad es el constante paralelo que se genera entre los personajes y la mente del actor, manifestado en las interrupciones que se provoca a sí mismo. Este juego de personalidades se torna aburrido por momentos, los intentos de provocación como la desnudez no sorprenden. Pero después de dos horas de esta experiencia (el total fue de dos horas y media), a veces insostenible, la mentira se termina. Después de haberse metido en la piel de su profesora de teatro, de una señora bien, de un payaso y hasta del propio Peña, en el escenario se queda Fernando, solo, sin caretas. Lo acompaña su mascota y lo que se escucha en la sala (suspiros de ternura) es la verdad.

Despojado de sus trastornos, sentado en la punta del escenario, Fernando explica el por qué de “Ni la más puta”. Cuenta que para él cada noche es incierta y repite que “el teatro sucede allí”, señalando a sus cómplices en ésa noche. Por último hace una votación, quiere que elijan entre Sabino y un viejito cubano. Gana Sabino, pero del perchero en el que descansan todos los personajes, toma el pantalón y la camisa blanca, los mocasines, el bastón y el sombrero, y se traslada a La Habana. Desde ésa sinceridad que lo invadió, con la voz algo ronca y evitando la afinación, emociona cantando una milonga de Juan Carlos Mesa, llamada “Berretín”. Y de esa manera, cantando los versos del primer amor, contando la historia de un amor cubano, fallido y triste, Fernando se va.

Para todo hace largos preámbulos, la despedida no es la excepción. Al final, por primera vez, podés decir que viste a Peña, que te reíste y que estuvo bueno.


Publicado en revista "El Bondi" - Agosto 2006

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