8.6.07

The Bitter End

Rara vez los finales son agradables, calmos y felices. Cuando algo se termina siempre hay un dolor. El final es una muerte, muchas veces anunciada, otras, súbita. En algunos casos es un final agónico, y esos son los más dolorosos.

Escribir sobre un final no es tarea fácil, implica una total aceptación de que esa etapa está concluida, de que hay cosas que no van a repetirse, y de que el camino está adelante: ni atrás, ni hacia los costados.

Pero qué se hace después de decretar el final es una cuestión diferente, lo que aquí interesa es el final en sí. Cómo se llega a ese punto en el que las posibilidades se agotaron y las chances de que algo cambie son nulas. Y lo más importante, una vez en ese punto de no retorno, cómo se acepta el fracaso y la culminación forzada.

Es en estos casos cuando el final se torna amargo. El azúcar y la miel son paliativos. La solución definitiva está en el olvido y la superación.

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